Capítulo510
-¡Bajaré yo! – Clara no dudó ni por un momento y se ofreció voluntaria. -Soy liviana, debería
soportar mi peso aquí.
Todos estaban preocupados, pero en ese momento, no había una mejor opción.
-¡Irene! ¡No puedes hacerlo! – Ignacio estaba ansioso cerca del borde y frunció el ceño. -Prometi
al maestro que garantizaría tu seguridad. ¡Déjame hacerlo!
-No, Ignacio. ¡Puedes ver que ese lugar no puede soportar el peso de un hombre!
Los miembros del equipo estaban en pánico.
-Ignacio, soy una guardabosques profesional y calificada. ¡Deja de hablar y sigue adelante, se trata
de salvar una vida!
Dicho esto, Clara aseguró una cuerda a su cintura y comenzó a descender por la ladera. Su
movimiento era ágil y profesional mientras avanzaba cuidadosamente hacia la mujer.
Sin embargo, debido a la fuerte lluvia, las pendientes estaban llenas de barro resbaladizo, lo que
complicaba aún más el rescate.
-¡Estoy aquí! ¡No tengas miedo!
Finalmente, Clara llegó a la mujer, completamente embarrada, y la abrazó.
Follow on NovᴇlEnglish.nᴇt-Me duele mi pie. No puedo moverlo-sollozó la mujer, debilitada por el frío y el hambre, incapaz
de hablar con claridad.
Clara, siendo una cirujana talentosa, pudo ver de inmediato que el pie de la mujer estaba
gravemente fracturado.
Rápidamente la abrazó, y aseguró la cuerda firmemente alrededor de su cintura.
Justo en ese momento, Clara sintió que la tierra bajo sus pies temblaba como si fuera un terremoto.
-¡Esto es un deslizamiento de tierra! ¡Todos, suban rápido! – Ignacio estaba empapado de sudor y
lleno de miedo, agarrando desesperadamente la cuerda.
Pero por más que intentara, sus pies resbalaban sin control.
-Ignacio, ¡ya no podemos aguantar más!
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-Ignacio, ¡no podemos sostenerla!
-Ignacio, ¡solo podemos salvar a una persona más! ¡Si no corremos, será demasiado tarde!
Mientras hablaban, una corriente constante de piedras y lodo, acompañada por una destructiva
fuerza, se acercaba como un torrente.
Ignacio puso todo su esfuerzo, rugiendo desesperadamente, segundos antes del derrumbe de la
montaña, finalmente lograron subir a una mujer.
-Ignacio, ¡la persona a rescatar está a salvo! ¡Aún está viva!
-Ignacio, ¡Irene ha desaparecido!
Al escuchar la noticia de la desaparición de Clara, Ignacio entrecerró los ojos y todo a su alrededor
se volvió oscuro.
Debido a un deslizamiento de tierra, el equipo de guardabosques logró rescatar a los escaladores, y
ahora debian llevar rápidamente a los heridos de regreso al campamento.
-Un grupo llevará a los heridos de vuelta al campamento, y el resto, ven conmigo a buscar a Irene
-Ignacio tenía los ojos enrojecidos y apretaba los puños con fuerza. -¡Contacten de inmediato al
equipo de búsqueda! La situación es grave, ¡necesitamos apoyo!
-Ignacio, ¿qué pasa si Irene fue arrastrada por las rocas y la tierra? -preguntó alguien con
tristeza, ya sin esperanzas.
-¡No permitiré que hablen de manera pesimista! ¡Irene estará bien! -exclamó Ignacio, aunque sus
palabras no podían ocultar su tristeza.
Hace tres años, un guardabosques perdió la vida en un deslizamiento de tierra, y él sabía lo
aterradores que podían ser esos desastres naturales. Pero, en su interior, se negaba a aceptar que
la valiente y decidida Irene estuviera en grave peligro.
-Ignacio, ¡mira, alguien viene!
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Ignacio se volvió bruscamente y vio a una figura erguida, vestida con un traje de escalada verde
oscuro, avanzando decididamente hacia ellos en medio de una tormenta eléctrica y fuertes lluvias,
portando un hacha afilada.
-¿Alejandro?
-¡Es realmente Alejandro!
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Alejandro, con un rostro frío como el hielo y empapado por la lluvia, avanzó hacia ellos. Su
presencia parecía cambiar el mundo entero.
—¿Dónde está Irene? -preguntó Alejandro con los ojos enrojecidos cuando se acercó a Ignacio.
-Irene. Experimentó un deslizamiento de tierra mientras intentaba salvar a alguien y su destino
es incierto-dijo Ignacio, sin ocultar la verdad.
La expresión de Alejandro se desvaneció al instante, como si lo hubieran golpeado con un rayo.
Sus anchos hombros temblaban, y su corazón se rompió en pedazos.
-No es posible. Irene no puede estar muerta. ¡No le puede haber pasado nada! -pensó Alejandro.
Ella aún me debe tantas respuestas. No se ha vengado de mí, y todavía tengo que compensarla por
todo el dolor y la injusticia que sufrió. ¿Cómo puede simplemente morir así?
Alejandro sintió que sus ojos se llenaban de un rojo penetrante y, sin mirar atrás, corrió hacia la
tormenta con determinación.