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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

LA NOVIA EQUIVOCADA CAPÍTULO 17
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CAPITULO 17. ¡Eres un pésimo padre! Para Stephanie, aquella semana en el hospital había sido

como una agonía. No había podido salir hasta que no le habían avisado que la mocosita King había

regresado a la escuela. – ¡Dios! ¡Ya me estaba volviendo loca con esto! – le reclamó a su madre-. ii

Tienes idea de cuántos seguidores he perdido en mis redes sociales?!

– Bueno ya, ya… lo importante es que la niña volvió a la rutina y nosotros ganamos una semana más,

ya falta menos para la boda -replicó Heather-, Ahora tenemos que seguir con el plan. Tienes que

acostarte con Nathan King, tienes que embarazarte de inmediato. Stephanie frunció el ceño,

disgustada. No le había gustado la idea desde el principio, pero se trataba de tener la buena vida que

se merecía y ella estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario.

– Está bien, mamá – dijo con determinación-. Haré lo que sea para embarazarme, pero es que el

estúpido de Nathan ni siquiera me mira, no logramos tener un momento a solas… Heather sonrió con

satisfacción y abrazó a su hija.

– Tranquila, tu cumpleaños será en una semana, soportalo hasta entonces y en esa fiesta te garantizo

que podrás meterlo en tu cama.

Stephanie se quedó en silencio, mientras su madre le explicaba los detalles de su plan para poder

asegurar su matrimonio con Nathan King. Ese día volvió a la rutina de esperar a Sophia en la empresa

y cuidarla en las tardes. La niña se mostraba indiferente, pero siempre acababa haciendo algo que la

exasperaba.

Amelie era quien la cuidaba, pero últimamente siempre había algo en la empresa que lograba

complicar su tarde, y para Stephanie quedarse sola con Sophia era un suplicio. Odiaba tener que lidiar

con una niña de siete años, y encima caprichosa. La peor parte empezó cuando Sophia decidió que

quería pasar las tardes en su propia casa, y a Stephanie no le quedaba más remedio que

acompañarla, porque ahí estaba bajo la estricta vigilancia del abuelo King.

– iStephanie! -gritaba Sophi-. Se me cayó un juguete en el retrete del baño.

“¡Maldita mocosa!”, gruñía la mujer para sus adentros mientras se veía obligada a usar el destapa

caños, algo que jamás había tocado en su vida. -¡Stephanie! —era Sophi otra vez—. Se me volcó el

jugo en la alfombra de mi

habitación

-¿Por qué yo? -se quejaba Stephanie, mientras limpiaba, restregando a cuatro patas como la peor de

las sirvientas—. ¿No podría ser más responsable y comer en la cocina?

Sophia levantó la mirada de inmediato, con una sonrisa culpable. – ¡Stephanie! – volvió a gritar la niña,

esta vez con un tono de voz más dulce y angelical. Stephanie se volvió a mirarla, y en ese instante

supo que estaba perdida.

– Quéeeeeeee!?

— Tengo hambre, hazme algo de comer. Comida casera, si eres tan amable. Y más vale que sea

buena porque mi padre viene a comer. Tres horas, y media cocina incendiada después, mientras

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Stephanie se miraba sus cejas chamuscadas y trataba de no perder el control, Sophi se detenía junto

a ella.

– Mi papá avisó que ya no va a venir a comer, por suerte para ti, porque si llega a ver este desastre

seguro se enoja -dijo la niña con una sonrisa malvada.

-¡Eres…. eres…! ¡Eres el demonio! -gritó Stephanie

-¡Eso no es muy agradable! -respondió Sophia a la vez, y luego hizo un puchero en dirección a su

abuelo, que miró mal a Stephanie– ¿Es muy difícil ser mi mamá, verdad? 1

Desde ese día, las tardes en casa de los King fueron un auténtico infierno para Stephanie. Nunca

sabía que podría estar haciendo Sophia para complicarle la vida, y obligarla a hacer cosas que

detestaba solo por complacerla. Sin embargo por muy mal que estuvieran las cosas, en el fondo sabía

que aquella niña podía ser mucho peor.

– Hoy vamos a jugar a las maquillistas. Déjame peinarte. – Nooooo, espera, mi cabeza solo la toca mi

estilista… -se negó Stephanie, pero después de una monumental perreta de Sophia, no le quedó más

remedio que dejarse peinar. Media hora después estaba como un pollo desplumado y solo escuchó un

pequeño:

-¡Oh, oh! -de Sophi. -¿”¡Oh, oh!” qué? – preguntó asustada y vio la cara de fingida inocencia de la niña

en el espejo.

– Mi goma de mascar se me acaba de caer en tu cabeza… y creo que la acabo de

peinar. ¡Ups! – iQue quéeeeeeeeee?! —gritó Stephanie mientras veía el amasijo de la goma de

mascar y trataba desesperadamente de sacarla de su largo cabello; pero la manipulación solo lograba

extenderla más—. ¡Tú no eres una niña, eres una pesadilla!

Ese día salió de la mansión King más histérica que de costumbre, Amelie la escuchó hacer un

escándalo en la mansión Wilde como jamás había escuchado otro, y empezó a preocuparse

seriamente.

– ¡O vas mañana a cuidarla, o te juro que voy a terminar lanzando a la mocosa del demonio por un

balcón, aunque luego no me pueda casar con su estúpido padre! – le vociferó su prima esa noche.

– Pero… ¿qué te ha hecho Sophia para que estés tan enojada? – le preguntó Amelie, sorprendida.

– No sé… ¡todo! No soporto más sus bromas, sus pequeños juegos malvados… ¡LO único que quiero

es que esta pesadilla acabe! ¡La detesssssssstooooo! Al día siguiente Meli le suplicó a su supervisora

que no le diera trabajo en horas extras, para poder ir a cuidar de Sophia por un rato. Se quedó con ella

mientras su prima se largaba de compras y juntas hicieron las tareas y hablaron.

– De verdad es muy mala conmigo – lloriqueó Sophie-. Ella no me quiere, solo es una bruja fea y

malvada. ¡Es la madrastra fea y malvada! ¿Tú puedes ser mi hada madrina, por favor, Meli?

Nunca, como en ese instante, Amelie deseó tener poder para cumplir con todos los sueños de aquella

niña, pero por desgracia sabía que su prima no iba a cambiar, y con el paso de los días, realmente

empezó a temer que Stephanie llegara a lastimar a Sophia.

Y todos sus miedos se hicieron realidad el día que encontraron a la pequeña y aNathan en el

estacionamiento de la empresa. El CEO traía a su hija de la escuela, y se bajaron de su auto para

reunirse con Stephanie. Amelie, que esperaba escondida en el coche de Stephanie, la escuchó decir:

-¡Papá, hoy vi muchos videos de Stephanie en internet! Creo que tendré que compartirla con mucha

gente.

-Bueno, Sophi, eso es porque yo soy una influencer muy importante… — comenzó a decir Stephanie,

pero Nathan la interrumpió con tono tajante.

– Eras — sentenció. -¿Eh? ¿Qué…? -Stephanie estaba aturdida– ¿Pero qué dices?

_”Eras” influencer. Cuando nos casemos tendrás que dejar todo eso -confirmó Nathan.

-¿Pero por qué? – exclamó la mujer, atónita –. Los influencers son personas importantes… famosas…

que inspiran a otros, les dan consejos… – Y que pierden un tiempo muy valioso – replicó el CEO-.

Sophia tiene razón, ella no tiene por que compartirte, después de la boda todo tu tiempo debe ser para

ella, para atenderla, nada de videos ni seguidores ¿entendido?

Nathan se fue de allí como si eso fuera un asunto zanjado, pero apenas desapareció tras la puerta de

aquel ascensor cuando Stephanie se giró hacia Sophia con el rostro desencajado.

Meli apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando vio a su prima agarrar a la niña de las asas de la

mochila y levantarla del suelo, gritando:

-¡ mocosa! -¡Suéltala! -gritó Amelie y se la quito de las manos. -¿¡Es que no escuchaste!? – vocifero

Stephanie-.i¿Cómo puedes quitarme mi carrera, mi fama, mis seguidores…?! ¡Te odio!

– ¡Ella no te está quitando nada, Stephanie! — la defendió Amelie-. Si no quieres perder nada de eso,

con no casarte con Nathan King basta y sobra.

-¡Ya quisieras! ¿Verdad, mugrosa? -escupió Stephanie- . ¡Pero no se les va a hacer! ¡A ninguna de las

dos! ¡Me voy a casar con Nathan King, y cuando eso pase la mocosa del demonio se va a un

internado y tú a la calle! Stephanie las dejó solas en aquel estacionamiento y Meli suspiró antes de

agacharse junto a la niña.

-¿Estás bien? -Sí, pero ¿viste? Te dije que es muy mala-murmuró Sophi — ¿Y a ti por qué siempre te

amenaza con echarte a la calle?

Amelie hizo un puchero muy similar.

-Bueno… sus papás pagaron mi escuela y ahora quieren que les devuelva el dinero. Así que les debo

mucho -respondió Amelie y enseguida cambió de tema. Sin embargo la preocupación por la niña era

cada vez mayor, así que hizo que Sophia le pidiera al abuelito James que la recogiera, y decidió que

ella iría a hablar con el Presidente King.

-No es tu problema, Meli, no es tu problema, solo tienes que aguantar dos meses más y luego podrás

escapar de tus tíos…

Pero por desgracia para ella, Amelie no tenía corazón para ser indiferente al sufrimiento de una niña,

así que terminó tocando a la puerta de la oficina principal y entrando. Nathan trató de reprimir la

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sonrisa y poner cara de póker cuando la vio entrar.

-Amelie, ¿en qué puedo ayudarte? -Bueno… a mí nada, pero quisiera hablarle de Sophia. Ella no se

siente bien con Stephanie.

-Soy consciente de lo que me vas a decir, pero si mi hija tiene quejas, puede venir a mí y decirlas -

replicó Nathan dándole la vuelta a su escritorio.

-¡Sophi no le va a decir, porque no quiere preocuparlo! Pero ya es demasiado evidente que la está

pasando mal. ¡Sophia es una niña buena, inocente y no merece sufrir por el egoísmo de su padre!

Nathan frunció el ceño al escuchar aquellas palabras y se acercó a ella peligrosamente.

-¿Egoísmo? ¿Dice que soy egoísta por querer darle a mi hija una madre que la ame? -espetó con

fiereza y Amelie temblo.

– ¿Y qué diablos le hace pensar que Stephanie pueda amarla? ¡Rayos, usted lo mismo me parece un

buen padre que un hombre muy obtuso!

-¡Ten mucho cuidado en cómo me hablas, niña! – siseó Nathan pegándose a ella y apretó los dientes

cuando la sintió dejar de respirar. ¡Era tan linda cuando hacía eso!-. ¡Puedes llamarlo como quieras,

pero estoy decidido a casarme para darle una madre a mi hija! ¡Si tan preocupada estás porque

Stephanie pueda ser una pésima madre, entonces ocupa su lugar! – Nathan se inclinó sobre su boca

con un gesto provocativo—. ¿Qué me dices? A Meli se le dilataron las pupilas y le temblaron los

labios. ¿De verdad le estaba proponiendo…?

– Nnn-no-susurró y Nathan hizo una mueca antes de separarse de ella. -Entonces ser… — pero la voz

de su asistente en el telefonillo lo interrumpió. -Señor King, la señorita Wilde va hacia allá. En un

segundo Nathan tiró de la mano de Amelie y la metió a empujones en su baño.

-¿Qué hace?.-jadeó Meli.

– Tenías razón: tengo que respetar a mi prometida, y seguro que a Stephanie no le gusta que yo esté

hablando con su sirvienta. No te atrevas a salir de aquí – le

advirtió encerrándola en el baño.

Un momento después Amelie lo escuchaba hablar con su prima en el tono más meloso del mundo.

Stephanie había ido a llevarle al CEO una invitación para su fiesta de cumpleaños, que sería al día

siguiente, y Nathan, ni corto ni perezoso, había prometido ir sin falta icon toda su familia!

Amelie soltó un suspiro mientras los escuchaba. Era evidente que Stephanie quería impresionar a los

King con esa fiesta, pero ¿por qué diablos Nathan tenía que caer en eso?

Cuando Stephanie se fue, Nathan abrió la puerta del baño de un golpe y Amelie salió como un

huracán.

-¡Eres un pésimo padre! — le reprochó con los puños apretados—. ¡Si hubiera algo peor que “ogruto”

te lo diría!

Se marchó de allí azotando la puerta y Nathan levantó una ceja desafiante.

– ¿A sí? ¡Pues ya me estás tuteando de nuevo! – le espetó al camino por el que se había ido, como si

ella estuviera todavía ahí —. ¡Maldición! Creo que debo ser medio masoquista porque ya hasta me

gusta cuando me grita…