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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

Capítulo 187
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ATRACCIÓN PELIGROSA. CAPÍTULO 36. ¡Nahia, no me hagas esto!

Nahia estaba desesperada. Jamás en toda su vida se había sentido de aquella manera y estaba

segura de que no había nada que pudiera hacerla sentir mejor. Solo encontrar a Aaron con vida.

Llegaron a Eslovaquia poco después y Caleb ya había organizado todo para que los esperara, unas

camionetas todoterreno que pudieran atravesar los bosques de los Cárpatos. Inmediatamente se

internaron en aquel entramado de pinos que oscurecía aún más la noche, pero llevaban focos

potentes para ver en la madrugada.

Iban además abriendo paso para una ambulancia de rescate, preparada para meterse en aquellos

terrenos hostiles.

El equipo de búsqueda seguía con esfuerzo el camino, intentando encontrar a Aaron. La ventisca que

había caído hacia unas horas les dificultaba el avance, era tan fuerte que hacía imposible ver a lo más

diez metros de distancia, pero ninguno estaba dispuesto a darse por vencido.

Por momentos parecía como si la tierra entera se volviera blanca y silenciosa, luego el viento rompía

las ramas, y la nieve se acumulaba con rapidez. Sin embargo, continuaron adelante sin detenerse,

sintiendo cada vez mayor angustia conforme pasaban las horas. El rastreador seguía vibrando pero

cada vez con menos fuerza.

Finalmente llegó el amanecer, iluminando aquel entrelazado de pinos cortados bruscamente por las

alas de un avión en caída.

-¡Alli! -gritó Jake viendo restos del avión destrozado.

Las camionetas estacionaron en el claro que había hecho el accidente y todos se bajaron, corriendo

apurados. El avión se había partido por la cola en aquel aterrizaje de emergencia. Había nieve incluso

dentro de los dos trozos, cubriendo el interior con una fina capa blanca, y los restos estaban

desparramados por el suelo.

-¡Por aquí, hay un cuerpo! -gritó alguien del equipo de rescate.

Todos se acercaron rápidamente, y vieron con horror que era de uno de los pilotos.

-Se fracturó el cuello, seguramente durante la caída -determinó uno de los paramédicos-. Pero, ¿por

qué está afuera de la cabina? -preguntó sin comprender.

-Porque allí dentro solo caben dos -replicó Caleb-. ¡Rápido, a la cabina!

Todos se apresuraron y enseguida consiguieron forzar la ya maltratada puerta de la cabina de los

pilotos para encontrar dos hombres dentro. Uno de ellos, en efecto, era Aaron. 2

-¡Aquí, rápido! -gritó Jake.

Aaron atrapado entre los restos destrozados de la cabina, completamente inconsciente.

Los miembros del equipo lo sacaron con rapidez y lo llevaron para la ambulancia. Nahia corrió hasta él

para abrazarlo mientras lloraba desconsoladamente. Aaron estaba vivo! Eso era todo lo que

importaba.

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Se subió con él a la ambulancia mientras volvía a ponerse en movimiento de inmediato para poder

lievarlos al hospital más cercano lo más pronto posible.

Adentro, los paramédicos trabajaban en los dos hombres tan rápido como podían.

-¿Cómo está? -preguntó Nahia angustiada.

El paramédico tomó el puiso y la temperatura de Aaron y su rostro se entristeció al comprobar lo que

temía. La hipotermia había hecho mella en él y su vida podría estar en peligro. Sin embargo cuando se

dirigió a Nahia su voz fue profesional y tranquilizadora.

-No te preocupes -le dijo-. Ha sido un milagro que haya sobrevivido a esa caída, así que todo lo demás

puede arreglarse. Tiene hipotermia, los dos están igual -sentenció mirando al otro. Pero haremos

hasta lo imposible para salvarlos.

Nahia tomó la mano de Aaron y se aferró con fuerza, tratando de transmitirle todo su amor con su

calor.

La ambulancia los llevaba rápidamente, mientras dentro el equipo médico hacía todo lo necesario para

mantener vivos aquellos hombres.

Nahia no paraba de llorar en silencio, rezando porque él estuviera bien. Estaba consciente de que

cada segundo era crítico para él y su corazón palpitaba más rápido al pensar en ello.

A la luz de los destellos de emergencia, vio cómo los paramédicos intentaban restaurar la temperatura

normal de Aaron. Uno lo limpió con una solución antiséptica mientras otro colocaba parches calientes

en varias partes de su cuerpo y le administraron un medicamento intravenoso para ayudar con sus

signos vitales.

-Tienes que despertarte, amor… tienes que despertarte, por favor, dijo besando una de sus manos,

pero en cuanto tomó la otra se quedó muda. Reaccionar fue más duro que despertar de una

pesadilla–.j Doctor! -gritó y el médico se fijó enseguida en aquella mano que ella señalaba.

-No lo toque–le advirtió el médico, revisándolo con cuidado y luego le indicó sus pies-. Sáquele los

zapatos. Con toda la delicadeza que pueda, por favor.

Nahia lo hizo y a pesar de los tropiezos del camino logró quitarle los dos zapatos. El paramédico

respiró aliviado al ver que no mostraban signos de congelación, y le extendió una manta térmica para

que le cubriera los pies. Sin embargo no pasaba lo mismo con su mano. Nahia vio que los

paramédicos hablaban preocupados y sintió que su corazón se desbocaba.

-¿Qué es lo que está pasando?

Uno de los paramédicos le envolvió la mano a Aaron en una manta térmica y el otro le puso una

inyección en la vía de suero.

-Vamos a tratar de recalentar esa mano, pero han sido demasiadas horas en el frío, no se ve bien-

murmuró. (1

Y Nahia lo sabía porque lo estaba viendo. Todos los dedos de la mano izquierda de Aaron y hasta la

mitad de la palma estaban negros y rígidos.

-Le estamos inyectando sedantes fuertes, calentarle la mano va a dolerle mucho, es mejor si no está

en sus cinco sentidos -dijo otro paramédico.

-Pero… lo van a salvar, ¿verdad? -preguntó Nahia.

-Es posible que haya que operarlo. Quizás si llegamos a tiempo pueda salvar la mano…

-¡Olvídese de la mano! Me refiero al resto de él, su vida, ¿se va a salvar?

Los paramédicos se miraron y trataron de sonreírle, infundiéndole fuerzas,

-Sí, eso esperamos, de verdad.

Las dos horas que tardaron en llegar al hospital fueron insoportables para Nahia. Las camionetas iban

sin freno por aquellos caminos, y para cuando iban llegando ya Aaron comenzaba a recuperar la

conciencia, incluso en medio del aturdimiento de los calmantes.

Cuando llegaron al hospital, los médicos lo recibieron de inmediato y comenzaron a realizarle una

serie de exámenes para verificar su estado en general. Iba saliendo poco a poco de la hipotermia, sin

embargo cuando le quitaron la manta térmica, la zona oscura de su mano ya llegaba a la muñeca.

La familia se concentró en aquella habitación de hospital y mientras los doctores preparaban el

equipamiento para poder tratarlo, Nahia se inclinó sobre él.

-Todo va a salir bien, mi amor. Estoy aqui contigo -le susurró.

Aaron abrió los ojos y le sonrió débilmente.

-Me duele mucho -murmuró mientras intentaba desperezarse.

-¿Qué, qué te duele, amor?

-Mi mano… Aaron desvió la mirada y sus ojos se abrieron como platos al ver el color de su mano-.

No… Nahia… ¿Qué… qué está pas…?

Sentía que no podía respirar y su ritmo se disparó. Enseguida llegaron enfermeras y un médico a

cargo del caso.

-Doctor, ¿qué… qué va a hacer? -preguntó aturdido.

-Señor Orlenko, vamos a prepararlo para una cirugía -sentenció el médico-. Lo lamento, pero el

diagnóstico no es alentador. Tiene una gangrena seca producto de la congelación, y está muy

avanzada. Vamos a insertar un catéter endovascular para revascularizar los vasos sanguíneos

dañados de su mano y así restablecer el flujo sanguíneo… pero no puedo garantizarle que podremos

salvarle la mano.

Aaron se puso aún más livido de lo que ya estaba. A Nahia se casi se le detuvo el corazón al escuchar

_aquellas palabras y toda la familia se abrazó entre lágrimas y miedo.

-No, tiene que hacerlo, tiene que salvar mi mano -gruñó Aaron con impotencia mientras sus ojos se

llenaban de lágrimas-. ¡Tiene que hacer lo que sea para salvar mi mano!

-Y lo haremos, señor Orlenko, trataremos, pero tiene que entender que somos médicos, no dioses, y

debemos prepararnos para lo peor. Si la revascularización no funciona entonces…

-¡Entonces así me deja y ya buscaremos otra manera! -gritó él. Sentía que se le iba la cabeza y estaba

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furioso.

-Es que no habrá tiempo de buscar otra manera -replicó el médico-. El tejido necrótico puede infectar

todo el cuerpo en cuestión de horas, convertirse en una gangrena húmeda y matarlo de un choque

séptico, no hablemos ya de los trombos, embolias, todo lo que puede desprenderse de ahí solo en los

próximos minutos…

-¡No me importa! -gritó Aaron-. ¡No me importa! ¡No me va a quitar mi mano!

-¡Aaron! -la exclamación de Nahia lo hizo mirarla-. ¡Solo es una mano! ¡Están hablando de que te

puedes morir!

-¡Pues si ya me toca que así sea! -replicó él.

-¡Pero es que no te toca! ¡Tu vida es más importante que una mano, un brazo o una pierna! -exclamó

ella llorando.

-¡Mi vida es pelear! ¿¡Cómo se supone que voy a hacerlo sin una maldit@ mano, Nahia!? -le gritó él

fuera de sí-. ¡No voy a autorizar eso! ¡No voy a dejar que me amputen la mano, pase lo que pase! 1

-¿¡Prefieres dejarme sola!? ¿¡Prefieres que viva sin ti a vivir sin una mano… o una de tus pasiones!? -

le gruñó ella.

-¡Tú no lo entiendes! ¡Jamás podrás entenderlo! ¡Es mi decisión, Nahia…!

-De hecho, no es así -murmuró el médico y todos lo miraron-. Hace horas que el paciente está con

medicación de sedantes opiáceos, no podemos tener en cuenta su decisión. El familiar más cercano

responsable de él debe tomarla.

Aaron miró a Nina y negó con lágrimas en los ojos.

-Mamá, por favor… no dejes que me hagan esto… Mamá…

Nina apretó los puños y se limpió las lágrimas.

-Lo lamento, doctor, pero no vamos a autorizar eso -murmuró-. Si mi hijo no quiere, yo como su

persona a cargo no voy a firmar…

-Tú no eres su persona a cargo se escuchó una voz amarga y todos miraron a Nahia.

Aaron la miró con los ojos desorbitados porque sabía lo que iba a decir.

-¡Nahia, no…!

Pero ella se giró hacia el médico y le quitó la tablilla.

-Yo soy su esposa, soy la responsable de él.

-¡Nahia, no te atrevas! -le gritó Aaron, pero la muchacha parecía no escucharlo.

-¿Tiene cómo demostrar eso? -preguntó el médico.

-Sí, le enviaré el acta de matrimonio a su celular en un momento si me da el número… -murmuró ella.

-¡Nahia, no hagas esto! -Aaron estaba tan descontrolado que varios enfermeros tuvieron que correr

dentro de la habitación para sujetarlo-. ¡No puedes hacerme esto, Nahia! ¡Si lo firmas no te voy a

perdonar jamás! ¡No puedes hacerme esto! ¡Nahia…! ¡Nahia! ¡Si haces esto voy a odiarte para el

resto de mi vida! -le gritó. (5)

La mano de Nahia se detuvo sobre aquel papel y levantó los ojos llenos de lágrimas hacia él.

-Si estás vivo para poder odiarme… entonces está bien por mí–respondió firmando la planilla de

consentimiento informado y entregándosela al doctor-. Haga lo que tenga que hacer.