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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

Capítulo 183
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ATRACCIÓN PELIGROSA. CAPÍTULO 32. El sartenazo de tu vida

Nahia le soltó un puñetazo en la nariz que no le hizo a Aaron ni cosquillas.

-No querías pegarme de verdad -la provocó mientras la rodeaba con sus brazos para atraerla y ella

forcejeó para soltarse.

-¡Déjame, Aaron! -protestó. ¡Te dije que no quiero estar ni cerca de ti!

-Mentirosa… sonrió él mientras tiraba de ella y la arrastraba hasta quedar sentada a horcajadas sobre

él-. Yo no te engañé, nena. Sabes que yo jamás te haría algo así…

-¡Seguro, y yo vi al espíritu santo! -espetó ella molesta.

-Noooo ese de santo no tiene nada, pero no fue a mí a quién viste, nena -murmuró estrechándola con

tanta fuerza que ella gimió-. Te amo, mi mulita terca, te amo con todo mi corazón…

-¡No te creo!

-Y tú me amas con todo tu corazón…

-¡Eso tampoco me lo trago! -le gruñó ella mirándolo a los ojos y Aaron hizo un gesto de exasperación.

-¡Otra cosa es lo que te vas a tragar, Nahia! ¿Quieres ponerte terca de verdad? ¡Bien! ¡Los dos

podemos jugár a eso! 5

La aplastó contra su pecho y su boca impactó contra la suya mientras ella peleaba por zafarse.

mordió tres veces, pero por cada mordida se ganaba una nalgada y no una suavecita. Una de las

manos de Aaron se apoderó de su nuca para controlar aquel beso y la escuchó gruñir contra su boca

mientras su lengua la exploraba con desesperación.

Aaron acarició con suavidad la espalda de Nahia mientras sus besos se volvían más profundos. Ella

intentaba resistirse, pero sus sentimientos la traicionaban, su cuerpo le pedía a gritos que se entregara

al placer de aquellas caricias y de aquellos besos.

-Te odio le gruño sin poder contenerse.

-Pues dicen que del odio al amor solo hay un orgasmo -rio él sosteniéndola más fuerte para que no se

le escapara. 2

Su resistencia se fue debilitando poco a poco y en cierto punto no le quedó más remedio que soltar

todas sus defensas para rendirse al beso, devolviéndoselo con la misma desesperación. El cuerpo de

Nahia comenzó a temblar sobre el de Aaron y a medida que el deseo se apoderaba de ambos.

Los brazos de Aaron la rodearon y la estrecharon más contra sí, sus labios se deslizaron con suavidad

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sobre los de Nahia, como si una corriente eléctrica los uniera. Su respiración iba acelerándose al

compás del latir desbocado de sus corazones.

Echar atrás aquel asiento le llevó más tiempo que sacarle la blusa y ronronear con el rostro perdido

entre sus pechos.

Los labios de Aaron recorrieron aquella piel con la misma devoción que, un rato antes, sus dedos

habían

hecho al deslizarse por aquel cuerpo. Su lengua se fue trazando círculos y dibujando letras en la

piel de Nahia mientras ella gemía dulcemente apretando sus manos contra el cabello de él.

Sus pechos se entregaron a su boca con más ganas a medida que sus caricias tocaban los puntos

más sensibles del cuerpo de Nahia, haciéndola temblar y retorcerse sobre él.

Las manos de Aaron trazaban surcos ansiosos por su espalda desnuda, incitándola a que disfrutara

de aquel placer que la invadia. Ella acariciaba su cabello, se mordía los labios para contener el gemido

mientras él chupaba y lamia sobre sus pechos, moviendo sus manos poco a poco hacia abajo con una

lentitud infernal. Su lengua jugaba y excitaba todos sus sentidos y Nahia se retorcia bajo sus caricias,

mientras que una sensación cada vez más intensa la consumía.

Los dedos expertos de Aaron encontraron con facilidad el camino hacia los calientes y húmedos

rinconcitos de su cuerpo, que se mojaron en un instante. Comenzó a masajear suavemente su clítoris

hasta que ella gimió alto pidiendo algo más.

-Te voy a matar… -lo amenazó, pero solo lo escuchó reír mientras ella le sacaba la playera y enredaba

los dedos en su cabello.

“Esto es solo sexo… solo sexo…“, se repetía Nahia, pero jal demonio, era el mejor sexo del mundo!

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Alcanzó la maleta de viaje que había en el asiento trasero y sacó un paquete plateado, pero antes de

que lo rompiera Aaron sujetó su muñeca y le lanzó una mirada acusatoria.

-¿Tú por qué diablos tienes esto encima? -gruñó.

-¿Qué te importa? ¡Pero no pienso hacerlo sin protección! -siseó ella-. ¡Sabrá dios con cuántas más te

habrás acostado!

-¡Yo no me he acostado con nadie, Nahia! ¿Pero tú que haces con esto…?

Ella apretó los labios en señal de que no iba a responderle y él terminó arrancándole el paquete de la

mano.

¿Así quieres jugar, en serio? -gruñó molesto y le dio la vuelta, sacando todo lo que había en el asiento

trasero. ¡Pues que sepas que enojado se folla mejor!

Nahia solo sintió aquel pecho enorme contra su espalda mientras la reclinaba sobre el asiento trasero

y se apoyaba en ella, manteniéndola inmóvil y jadeó cuando lo sintió abrirle las piernas.

Aaron se movía con la habilidad de alguien acostumbrado a satisfacer a una mujer. Sus dedos

exploraban su interior, haciendo circulos sobre su clitoris, dándole placer y haciéndola gemir con cada

toque. De un momento a otro la penetró con fuerza y profundidad, llenándola hasta el fondo, hasta que

Nahia gimió y todo su cuerpo se estremeció bajo el placer. Se movía dentro de ella con un ritmo

frenético, acariciando sus curvas con sus manos mientras la besaba por todos lados.

-¡Estás castigada! ¡Muy castigada, maldit@ sea! ¡Tú no te puedes acostar con nadie que no sea yo!

rezongó él, soltándole una sonora palmada en el trasero.

Un grito escapó de los labios de Nahia y sus ojos se abrieron desmesuradamente, permitiendo que

Aaron captara todo el brillo que emanaba de ellos antes de soltarle la siguiente.

La pasión se desató en aquel momento y ella gimió bajo la desmesurada sensación de placer que la

invadió mientras lo sentía embestirla. Aaron empujaba profundamente cada vez con más fuerza,

haciendo que el calor se elevara entre ellos dos.

Nahia se retorcía y gemía, cada vez más cerca del climax, sintiendo como el placer de Aaron entraba

en ella y crecía desde el fondo de sus entrañas. Sus movimientos eran cada vez más rápidos y

violentos, sudando los dos entre besos y jadeos hasta que fue imposible controlarlo más.

Aaron se dejó caer en aquel asiento, llevándola sobre él para que lo cabalgara como una amazona.

Aquel último empujón la hizo estallar en mil pedazos mientras se mordía los labios para no gritar su

nombre desde lo profundo de su alma. Lo sintió tensarse y correrse con el rostro perdido entre sus

pechos, y luego caer exhausto, agotado por aquella pasión. Los dos se habían quedado sin aliento,

abrazados el uno al otro mientras aquella calidez los envolvía por completo.

Nunca había sido tan maravilloso y Nahia no podía dejar de sonreír ante la sensación de plenitud que

sentía con Aaron a su lado… pero eso no era suficiente.

Alcanzó su ropa y salió del auto, metiéndose en el mar a pesar de lo frío que estaba y él la siguió

apurado. Nahia sentía que la cabeza le estallaría de tanto pensar, pero posiblemente el corazón

terminara de rompérsele antes.

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-Nena, tenemos que hablar… de verdad no es lo que crees -murmuró él y Nahia se subió al auto,

incluso mojada y le pasó los seguros a las puertas para que él no pudiera subirse de nuevo-. ¡Nahia!

Aaron golpeó el cristal pero fue inútil, ella encendió el auto y se alejó de allí sin darle ni las gracias.

Nahia contuvo las lágrimas mientras seguía aquella carretera desierta. Quince minutos después

encontró un pequeño restaurante por la orilla de la costa, compró una botella de agua y algo de comer,

pero ya no era capaz de seguir conduciendo. Lo había hecho toda la noche y estaba exhausta, así que

no le quedó más remedio que acurrucarse en aquel fatídico asiento trasero, cubrirse con una manta y

tratar de descansar para reponer fuerzas.

Para cuando volvió a abrir los ojos, sin embargo, el auto estaba en movimiento y ella demasiado

aturdida.

-¿¡Pero qué demonios!? -gritó cuando se dio cuenta de que Aaron iba conduciendo.

-¡Oye, oye!‘Si me vas a ahorcar que sea en la cama, ahora no que estoy conduciendo -replicó él.

-¡Eso veo! ¡Lo que quiero es saber por qué! ¿Por qué, idiota? ¿Cómo te subiste a mi auto? -rezongó

ella mirando afuera y tratando de ubicarse.

Era casi de noche y el paisaje se le hacía conocido porque estaban entrando a Oxford.

-Bueno, esa carretera no tiene desvíos y en algún momento tenías que detenerte a dormir -replicó

Aaron-. Asi que un amable matrimonio me llevó hasta el restaurante donde vi tu auto.

-Pues felicidades, eso no te daba derecho a subirte…

-¡Cualquiera se podía haber subido, Nahia! Llevo horas conduciendo y tú estabas soñando con los

angelitos -replicó él.

La muchacha se cruzó de brazos y se hizo un incómodo silencio hasta que llegaron a la ciudad.

Apenas entraron al estacionamiento ella se bajó y sacó su maleta.

-¿De verdad no vas a creerme, nena? -preguntó él con un puchero y ella lo miró furiosa.

-¡Ni por asomo!

-¡Pues que sepas que no me rindo fácil! -siseó él y Nahia estuvo a punto de lanzarle la maleta por la

cabeza.

-¿¿Por qué demonios te ríes!?

-Porque tus padres me dieron permiso para acosarte y además me invitaron a la próxima reunión

familiar el sábado.

Nahia se puso lívida.

-¡Ni se te ocurra, Aaron! -le advirtió-. ¡Si te veo aparecer por ahí te voy a recibir con el sartenazo de tu

vida!1

Aaron apretó los labios para aguantar la risa y la retó con la mirada. (4)

-¿Es una promesa? s