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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

Capítulo 109
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JUEGOS DE SEDUCCIÓN. CAPÍTULO 27. Mi madre es Amelie Wilde. ¡Y me parezco más a mi

padre! Cuando Sophia entró al edificio de oficinas de King‘s Holding Corporation, ya su padre la

estaba esperando. Aunque Nathan ya no estaba activo como CEO, cualquier preocupación de su hija

la hacía suya, así que si ella había que pasar un mal rato, él prefería estar ahí para respaldarla.

Subieron juntos en el ascensor y una asistente les dijo que ya el señor Edgar Hudson y su abogado

los estaban esperando en una de las salas de reuniones.

– Bueno, cariño – dijo Nathan con tono tranquilo –. No te preocupes, vamos a manejar esto con calma,

siempre es desagradable dar malas noticias, pero yo estoy contigo.

Nathan abrió la puerta y entró, seguido de su hija. Edgar Hudson estaba sentado en un extremo de la

mesa, con su abogado a su lado.

– Buenos días, señorita Sophia – dijo Edgar Hudson levantándose de inmediato –. Me alegra que por

fin podamos concretar nuestro acuerdo. Sophia y Nathan saludaron con educación y se sentaron al

otro lado de la mesa, pero el ambiente amistoso se enfrió muy pronto cuando Sophi amablemente

rechazó la propuesta de negocios.

– Pero... ¡es una oferta increíble! –exclamó Edgar Hudson, atónito, como si acabaran de echar un

balde de agua fría sobre él.

– Lo sé, señor Hudson, pero no creo que sea la mejor opción para nuestra compañía en este momento

– dijo Sophia con tono conciliador–. Ustedes necesitan una campaña masiva, y nosotros estamos a

tope con nuestros equipos de publicidad, no podríamos darle la atención que se merece... – ¡Pues yo

espero! – sentenció Hudson golpeando la mesa. –¿Espera? –replicó Sophi arrugando el ceño ––

¿Usted espera, señor Hudson? ¿ Va a poner en pausa el lanzamiento de sus casinos, perdiendo

millones de dólares diarios hasta que yo pueda desocuparme para hacerle la campaña publicitaria?

Por alguna razón eso todavía la hacía dudar más, y cuando le hombre le respondió Sophi terminó de

confirmar que estaba haciendo lo correcto.

– ¡Sí, claro que espero! ¡Pensé que podríamos trabajar juntos... en este proyecto! i Sacarlo adelante!

–Lo entiendo, pero no puedo ayudarlo y sería un gran error profesional que usted detuviera su

compañía por nosotros...

–¡Esa es mi decisión! –declaró Edgar Hudson con determinación.

–Y mi decisión como CEO de esta compañía es aceptar o no los proyectos, señor Hudson. Lo

lamento, pero no haremos negocios con usted –sentenció Sophia con voz neutra-, ni ahora, ni en el

futuro.

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Edgar Hudson se puso en pie con el semblante furioso. Parecía descolocado, ofendido.

–¿Es una broma? ¿Me vas a decir que no después de ver que soy el cliente ideal? – le espetó.

– Pues desde que el cliente me está gritando en mi propia empresa, dejó de ser ideal –replicó Sophia

tratando de mantener la compostura–. Lo siento mucho, pero mi respuesta sigue siendo “no“. El

abogado de Edgar Hudson se levantó entonces, intentando calmar los ánimos.

–Señor Hudson, creo que será mejor que nos vayamos –dijo Arnell en tono conciliador–. La señorita

Sophia ya ha tomado su decisión, y no podemos obligarla a cambiar. El hombre hizo un gesto de

impotencia y salió de allí maldiciendo y protestando.

– Creo que tenías razón –respondió Nathan–. El mejor negocio del mundo es evitar a clientes

conflictivos, y acabas de esquivar una bala con este.

Sophi suspiró y se giró hacia su padre.

– Bien, ahora que este conflicto en particular está resuelto, ¿qué tal si tú y yo nos tomamos el resto del

día... para ir a comprar mi vestido de novia?– dijo la muchacha con voz emocionada y Nathan hizo un

puchero.

–¿Quieres ir conmigo a comprar tu vestido de bodas en vez de con tu madre? – se emocionó.

–¡También voy a ir con mamá, pero después de que tenga a los diez finalistas! – rio Sophi—. Ya sabes

que a mamá la nubla el amor y todos los vestidos le van a aparecer hermosos y no voy a poder elegir

ninguno. Necesito de tu pensamiento crítico y tu falta de tacto.

– ¡Perfecto! – exclamó Nathan ofreciéndole su brazo y muy pronto estaban recorriendo la galería de

tiendas de novia más exclusiva de la ciudad. Pasaron por varias tiendas hasta que llegaron a la

pasarela de una y la amable dependienta los ubicó en uno de los cuartos de prueba.

Sophi salió con el primer vestido, entallado y de mangas cortas. ––¿Qué te parece? —– le preguntó a

su padre. – Te hace ver muy bajita, pareces una pigmea –sonrió Nathan. • –0000K. El siguiente.

El próximo vestido tenía unas enormes capas de muselina que arrastraban al suelo.

–¿Yeste?

– Pareces un cono de helado... vuelto al revés... y derretido.

–Entendi, entendí, este tampoco –suspiró Sophia.

El siguiente fue un vestido corto sobre la rodilla con cola añadida.

– No, ¿verdad?

– Pareces una elfa de carnaval – dijo Nathan y Sophia estalló en carcajadas. –¡Tu falta de tacto ya se

convirtió en crueldad! – lo molestó antes de probarse otro.

Por fin eligieron sus diez finalistas, tres que les gustaban mucho más y el elegido.

– ¿De verdad crees que este es, papa? —preguntó Sophi alisándose el frente mientras su padre la

miraba con ternura.

– Pareces una princesa –respondió Nathan con el corazón estrujado—. ¡Estás preciosa! Pero falta

comprobar lo más importante.

–¿Qué? – preguntó Sophi con curiosidad.

–Si puedes bailar con tu padre con él.

Sophi le tendió los brazos como si todavía tuviera siete años y muy emocionada ensayaron aquel

primer baile padre–hija. Ahora cuando Sophi hiciera aquella misma visita con Meli, al menos ya tendría

varios vestidos en mente. Nathan mandó a apartarlos todos y salieron de allí directamente a una cena

familiar, donde su esposa haría de directora de orquesta y pondría a todos a trabajar.

–¿Pasa algo? – preguntó Nathan mientras atravesaban el boulevard hasta el lugar donde habían

estacionado el auto. Era la tercera vez que Sophia miraba alrededor con el ceño fruncido.

– No... no sé. Te juro que se me eriza la piel de cuando en cuando, como si alguien

nos estuviera observando o algo. Nathan podía ver la inquietud reflejada en sus ojos así que también

miró alrededor, pero no había nadie.

– Quizás solo sean los nervios de la boda –murmuró él para tratar de tranquilizarla, pero su hija ya

había demostrado más de una vez que tenía buenos instintos, así que se propuso estar alerta en todo

momento en lo que aquel mal presentimiento pasaba. Muy pronto, sin embargo, Sophi se olvidó de

aquello, porque el entusiasmo de la boda en cuanto llegó a la casa de su madre, lo invadió todo. Meli

estaba decidida a regalarles el mejor día de sus vidas y Nathan la mejor luna de miel porque...

bueno... ¡él quería nietos de una vez!

Los días que siguieron fueron una completa locura, pero también eran los más emocionantes en la

vida de Sophi y Rex.

–¡Esta vez sí tendremos despedida de soltera! –exclamó Meli emocionada.

–¡Sí, claro, ustedes tejiendo a ganchillo y nosotros haciendo sudoku! – la amenazó Rex y Meli hizo un

puchero, aguantándose las ganas de salir.

–Nooooo pasa nada, Rex. Meli será responsable de Sophi y yo de ti, iy así todos nos vamos a portar

bien y a salir! –sentenció Nathan y nadie se atrevió a discutirle sobre eso. Ninguno de los dos pudo

objetar nada y la noche siguiente Sophi y Rex se despidieron con un beso, tres apretones y siete

amenazas antes de salir de la casa. Las chicas se fueron a una disco relativamente tranquila y los

chicos a un bar.

—No, no, no, no, no tú te vas con ellas, Greñas, me la debes! — le dijo Rex a Connan–. ¡Y quiero

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vigilancia, reporte cada diez minutos y que no le quites el ojo a mi prometida ni un solo segundo!

¿Entendiste? Çonnan trató de no reírse demasiado de él pero accedió y se fue a hacer de

guardaespaldas a Sophi. La noche realmente fue más tranquila de lo que imaginaban y tanto Rex

como Sophi pudieron disfrutar en sus despedidas de solteros.

Finalmente ella ya había levantado los brazos y declarado que era hora de ir a casa, cuando algo

llamó su atención mientras su vista paseaba sobre la gente.. Y lo que la puso alerta fue ver a un

hombre que definitivamente no tenía por qué estar ahí.

Salió del pequeño reservado que tenían en la segunda planta y bajó al primer piso. No dudó ni un

segundo ni dio un rodeo antes de ir a detenerse frente a aquel hombre.

–¿Me está siguiendo, señor Hudson? –gruñó molesta sin molestarse en ser agradable ni mucho

menos educada. Hudson se quedó petrificado, pero no por la razón que ella pensaba.

–Yo... – balbuceo nervioso, pero no fue capaz de darle una respuesta convincente a aquella mujer

furiosa–. Lo siento...

– ¿Lo siente? – insistió ella con tono acusador–.¿Esa sensación que he venido teniendo desde hace

días de que alguien me observa, era usted? El hombre respiró profundo, pero antes de que pudiera

contestar, Sophi le espetó: -¡Lárguese de nuevo a Las Vegas o mañana a primera hora tendrá a la

policía en la puerta de su hotel con una orden de alejamiento! Se dio la vuelta para marcharse, pero

Edgar Hudson la retuvo del brazo. – No, espera... Sophia abrió mucho los ojos cuando le llegó aquel

deja vu.

– ¡Fue usted...! ¡En el club en Nueva York...! ¡Fue usted! – lo acusó ella exasperada, comprendiendo lo

que eso significaba.

–Sí, fui yo.

–¿¡Y me siguió hasta aquí!? ¿Todo este tiempo solo pretendió buscar un negocio con nuestra empresa

para poder acercarse? ¿¡Pero qué clase de loco...!? –Te seguí porque te me pareciste a alguien que

conocí — la interrumpió el señor Hudson y Sophi se quedó muda–. Eres igual a tu madre. Marilyn era

una mujer muy hermosa...

Sophi se soltó con un gesto de rabia y negó con vehemencia.

– Mi madre se llama Amelie Wilde. ¡Y me parezco más a mi padre! – siseo mientras miraba a aquel

hombre con fiereza. Le había tomado años recuperarse de todo lo que Marilyn le había hecho, y no iba

a permitir que nadie la trajera de vuelta a su vida.

– Los dos sabemos que tu madre era Marilyn Pax – declaró el hombre con tono sombrío y Sophia lo

vio apretar los puños–.Y en cuanto a que te pareces más a tu padre, estás equivocada, porque si te

refieres a Nathan King... él no es tu padre.

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