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Dulce Disparo al Jefe Cachorro Enamorado

Capítulo 577
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Capítulo 577

¿Por qué?” Rafael frunció el ceño muy sorprendido.

El empleado afirmó con seguridad: “Faltan papeles, no se puede hacer nada. ¡Vuelvan con todos los documentos y

luego regresen!”

“¡Imposible que falten! “Rafael tenía una mirada sombría.

Violeta mordía su labio, aunque no había revisado el expediente, confiaba plenamente en que Rafael había

preparado todo con mucho cuidado. Ambos habian esperado este día con ansias y no podía haber errores en algo

tan detallado.

Cuando sintió el oscuro brillo de los ojos de Rafael, el empleado se tensó y se vio obligado a explicar amablemente:

“Señor, de acuerdo con las regulaciones, el proceso de divorcio y el registro de matrimonio deben registrarse en

nuestro sistema, y el acta de matrimonio se debe anular con un sello; por eso es necesario recogerla. Faltaba el

acta de matrimonio en los documentos que entregaron, así que realmente no puedo proceder con su solicitud”.

Los dos se quedaron helados.

Violeta, con los labios secos, dijo con timidez: “Eh, lo siento, nosotros venimos para registrar nuestro matrimonio…”

“¿Registrar su matrimonio? “El empleado parecía confundido y desconcertado”. ¿Entonces para qué vinieron aquí?

¡La fila para el registro matrimonial está en el otro lado!”

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Al darse vuelta, vieron que efectivamente el letrero sobre la puerta indicaba la oficina de divorcios…

Rafael salió de la oficina con rapidez y con una expresión embarazosa se aclaró la garganta: “Eh, un poco

nervioso”.

Violeta se rio suavemente ante la situación cómica. El magnate dueño del Grupo Castillo, acostumbrado a los

negocios y situaciones complicadas, tal vez estaba experimentando nervios por primera vez en mucho tiempo..

Después de la confusión, el ánimo de Violeta se relajó bastante.

Esta vez fueron al lugar correcto, tomaron un número con calma y procedieron con el trámite.

El empleado siguió todos los pasos necesarios, revisó las identificaciones y luego sacó una declaración de registro

de matrimonio para que firmaran y pusieran su huella en la sección correspondiente.

Al final, el empleado preguntó con una sonrisa seria: “¿Se casan por voluntad propia?”

Violeta y Rafael se miraron y asintieron juntos.

“¡Sí!”

“¡Sí!”

Después de obtener la respuesta, el empleado estampó el sello con un “pum pum” y, tras pagar la tarifa, les

entregaron dos flamantes actas de matrimonio. Al abrirlos, en las fotografías recién impresas, ambos sonreían

ante la cámara.

Era la primera vez que Rafael sonreía para una foto. Si se observaba con atención, se notaría la tensión nerviosa

en la

comisura de sus labios.

En la sala de juramento del pasillo, con las actas en mano, subieron al estrado y el empleado les dio una tarjeta a

cada uno, dirigiéndolos con entusiasmo para que repitieran las palabras escritas.

En la sala resonaban las voces de los récién casados:

“Nos casamos por voluntad propia. A partir de hoy, asumiremos juntos las responsabilidades y obligaciones que el

matrimonio nos confiere. Respeto mutuo, confianza, apoyo, comprensión, tolerancia, cuidado y amor por toda la

vida…”

Al salir del ayuntamiento, una cálida brisa golpeaba sus rostros. Violeta se sentía como en un sueño, y al lado suyo,

Rafael con una mirada profunda’y seria sobre el acta de matrimonio, era la única realidad en esa ilusión.

“Feliz registro”, susurró él con sus labios cerca de su oído.

Con las mejillas sonrojadas y apoyada en su pecho, Violeta sintió su corazón lleno y cálido, aunque con un ligero

nudo en la garganta. Levantó la vista y lo llamó con una voz dulce y soñadora:

“Mi amor!”

¿Como me llamaste?” Rafael apretó sus hombros.

“Mi amor… “Violeta lo repitió con timidez.

“¡Dilo otra vez!” Rafael apenas contenía una sonrisa.

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Con una mirada embeiesada, Violeta repitió suavemente: “Mi amor…”

“¡Dilo muchas veces más! “él seguía sin tener suficiente.

Finalmente, Violeta no pudo evitar rodar los ojos hacia él.

Rafael no contraatacó, sino que apretó aún más fuerte su mano. Sus cuerpos ya estaban muy cerca, y él besó el

tope

de su cabeza con una voz un poco grave y ronca: “Esposa, quiero besarte”.

Violeta se sonrojó y cerró los ojos, sintiendo la punta de la lengua cálida de él.

“¿Mami, por qué me tapas los ojos?”

Desde un costado, una niña que acababa de saltar del auto, dejó oír su dulce voz infantil.

Violeta se tensó de inmediato, apartándose de Rafael.

La emoción de haber recogido el certificado de matrimonio había sido demasiado fuerte y, por un momento, se

dejaron llevar por la pasión, casi olvidando que estaban en la entrada del ayuntamiento, repleta de gente,

corriendo el riesgo de dar un impresionante ejemplo a los pequeños de la patria.

La madre, con una sonrisa incómoda, no sabía cómo responder, mientras la niña, liberando sus ojos y con sus

trenzas balanceándose, inclinó la cabeza y preguntó: “Mamá, ¿esas dos personas que se estaban besando están

enamoradas?”