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El cuerpo entero de Clara comenzó a temblar. Quedarse en aquel lugar no era una opción para nada placentera. Su vida iba de
mal en peor. Por que nada bueno le ocurría. Solo era una tragedia detras de otra. Y ahora estaba ahí. Atrapada a su suerte.
Lejos de todo lo que conocia y además sin ninguna esperanza. No era estupida. Estaba lo suficientemente lejos de la manada
para saber que esta vez no sería salvada por sus mates. Y si era verdad lo que ellos decían quizás no los viera de nuevo.
–
Aquella idea la hizo tener sentimientos contradictorios. Por una parte no le interesaba reunirse con ellos. Pero por la otra, la sola
idea de no volver a verlos y pasar el resto de su vida a su lado la hizo casi comenzar a llorar de nuevo. -No llores – Uno de los
lobos le dijo con todo de compasión.- Eso solo los alentara aun más. Les gusta ver el sufrimiento en la garras de sus víctimas.
No les muestres debilidad. O eso te traerá peores resultados.
Clara tragó en seco. Cerró sus ojos e intentó volver a aquella zona que tan segura la mantenía mas le fue imposible. No podía
ir.
-Clara. Clara. Sal tú. Dejame ir allí-. Le imploro pero por más que lo hizo la otra Clara no pudo responder. Su estado era muy
debil. El celo además la agotaba. Estaba lejos de sus mates y las cadenas la habían aferrado tan fuerte al final de sus
conciencia que aun si deseara soltarse le seria inútil
No. No. Clara lloró internamente hasta que se quedó dormida. Escuchaba las voces de aquellos dos lobos pero no les prestaba
atención. Al final ellos no evitarían lo que le fuese a ocurrir.
***
Calor. Hacía mucho calor. Su cuerpo era como si se estuviese quemando. Quería ser tocada para buscar un alivio que no sabía
si llegaría. Su interior latía tanto que era incómodo y se encontraba húmeda al punto que su pelaje estaba manchado. Clara
abrió los ojos jadeando. Su cuerpo latia con fuerza. Dolia. Afuera ya se había disipado toda la luz. Un indicio de que era de
noche Y por la incomodidad que sentía no había dudas. Su celo por fin había llegado. Y aunque para cualquier hembra era un
motivo para celebrar, sobre todo si su mate estaba cerca, para ella y con sus dos mates lejos, atrapada en aquel lugar no era
motivo de ninguna celebración sino de su desgracia total Una mano grande paso por encima de su lomo. Fue una caricia
agradable para él calor en su
cuerpo. La reconfortaba, sin embargo cuando escucho una voz masculina para nada familiar su cuerpo se paralizó. -Estas lista
para él.