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Dixon terminaba la inspección hecha por toda la zona. Estaba agotado y extenuado de todo el trabajo que le estaba cayendo
sobre los hombros. Normalmente tenía una idea de cómo debía ser un alfa, pero de ahí hasta quitarse horas de sueño debido al
trabajo era otro asunto. Y si a eso se le sumaba una mate un poco complicada y a un hermano que le gustaba apremiar más el
asunto, sentía que dentro de poco le sacarían canas en su cabello oscuro a pesar de lo joven que
era.
-Alfa, no hemos detectado más ningún rastro-un lobo vino corriendo y se detuvo delante de él para después bajar la cabeza.
Dixon, aun después de volver de su forma de lobo podía mantener sus sentidos sumamente desarrollados, por lo que alzó la
cabeza y aspiró. Se concentró y efectivamente, solo podía sentir a los lobos de su manada, más ninguna amenaza. Aun así, se
aseguró por sus propios medios. Era el alfa y no confiaba en nadie, ni siquiera en su sombra. Una vez complacida dejó que su
cuerpo se cubriera de su denso pelaje negro. – Nos vamos de regreso- ordenó dándose la vuelta cuando su interior palpitó. Su
corazón comenzó a latir con fuerza y algo no se sentía bien. Miedo, pánico, pero no era de él. Demonios, venía a través de su
enlace, venía de su mate. ¿Qué demonios estaba ocurriendo con su pareja ahora? Gruñó sonoramente, alarmando a los otros
lobos que retrocedieron con las orejas contra su cabeza y la cola entre las patas, para ver a su alfa salir corriendo dejándolos
***
Clara miró de un lado a otro, dentro de aquella habitación casi a oscuras y lúgubre y un sollozo se ahogó en su garganta ¿Por
qué estaba ahí de nuevo? No es ese lugar. Prefería estar en cualquier sitio menos ese. Aquel cuarto junto a otros lugares de
esa casa solo le traían malos, muy malos recuerdos. Y ella quería salir huyendo de ahí en ese momento. -No te acabas de ir de
una vez- la voz en su espalda la hizo palidecer aún más si era posible y se estremeció. Bajó la cabeza y apretó la prenda en sus
manos. Alester en la puerta notó su inusual cambio y entrecerró los ojos. -Clara- le gruñó sonoramente y esta casi cayó de
rodillas en el suelo. Esta vez el gemido de miedo llegó a los oídos de su padre para después sentir un dolor en su cabeza.
-Ahhh – gritó al ser tirada de su cabello hasta que su rostro estuvo delante del de su padre. La expresión de este no era nada
agradable, más bien destilaba odio e indignación.
-Con qué ahora no me miras a los ojos – le espetó apretando aún más su mano.
Suéltame, suéltame- ella jadeó de dolor, el cabello casi se desprendía de su cabeza con el tirón que él le estaba dando,
cargando casi su peso. Alester la estudio por unos segundos y un bufido de ironía se escapó de sus labios.
¡Y entonces? ¿Dónde está la loba toda fuerte que me estaba enfrentando? – su puño se apretó aún más? RESPONDEME.
La violencia de Alester contra ella incluso se reflejaba en sus feromonas. Su esposa se asomo a la puerta en un intento de
intervenir. – Recuerda que es la mate del alfa, no puedes...
-Cállate- le gritó el lobo haciendo que su compañera retrocediera temblorosa -Esta inmunda criatura osó amenazarme antes. Al
aunque intentaba hacer lo de siempre, sumirse en la oscuridad que siempre la protegia, no podía, era como si aquello que
siempre la protegia estuviera... consumida en un profundo sueño. – No, a quién le dices no- Alester tenía el rostro rojo de
indignación-Entras en esta casa con infulas de grandeza para solo terminar llorando. Eres una inútil, asquerosa, no puedo creer
que hayas salido de mis genes – las ofensas se desparramaban de la boca del lobo sin control.
Y diciendo esto comenzó a arrastrar a Clara por el cabello por la casa en dirección a un solo lugar. Uno que ella conocía muy
bien y ante ello ella mostró resistencia. -No, no quiero ir allí – Clara sollozó sonoramente y tiró hacia atrás en un intento de
soltarse, pero la fuerza de Alester era aún más fuerte y dio un tirón tan fuerte que el cabello dentro del puño de él se reventó.
Clara cayó en el suelo viendo como un pedazo de pechón terminaba en el puño de su padre y este caía a la altura de sus
hombros todo destrozado. Sin embargo, eso no fue lo que más le aterró, sino el color profundo y los colmillos de Alester. No le
importaba las consecuencias, era un lobo muy vengativo y no dejaría pasar la vergüenza que había sufrido antes. Ella intentó
huir, pero fue agarra de nuevo por el cabello y esta vez Alester no tenía intenciones de dejarla ir, arrastrándola por el piso de la
cocina y escaleras abajo, al sótano, profundo y oscuro. Clara creyó en algún momento haber pedido ayuda a esa loba que
supuestamente era su madre, pero esta, en ningún momento había movido un dedo para ayudarla, solo se había quedado en
una esquina mirando como su hija era abusada por su padre. Alester la arrastró hasta el interior de aquel cuarto oscuro y cerró
la puerta dejándola sumida en aquella estancia pequeña y claustrofóbica. -Abreme, ábreme, déjame salir de aquí- ella golpeó la
puerta hasta que sus manos dolieron. Del otro lado escuchó un bufido.
-primero tendré que domesticarte de nuevo, quizás después lo piense de nuevo- y con eso Alester caminó escaleras arriba y
cerró la puerta en la cima que aislaba todo el sonido del exterior. Ni siquiera un lobo podría oir a través de esta, esa era la razón
por la que había podido abusar tantos años de ella sin que nadie se diera cuenta. Y allí dentro de quedó Clara, dejándose caer
por la madera astillada de la puerta, temblorosa, llorosa y sin saber a quién pedir ayuda.